Jaime, lento, amargo animal
me dejas llorando la hermosa vida
cada vez que te escucho
como si tu palabra fuera miel
y tu voz ya ha tiempo ida, fuera luna
la dulce luna de tu armario.
Quisiera que el techo de mi cuarto igual que el tuyo
se cayera un rato, para que pase algo.
Tú eres el poema que llega profundo
a mi corazón sediento, te imagino
como ese hombre que fuiste de tu mujer,
enamorado y siempre constante.
Puedo pasar horas infinitas contigo
y no me canso, no me agoto
ni me lleno nunca de escucharte ni de leerte.
Entras a mí por mis ojos y por mis oídos
y te quedas allí calentándome despacio,
me haces reír y llorar y toda yo
me lleno de admiración y me haces
creerme poeta de tanto que te admiro.
Me robo tus palabras y las escribo
casi como si fueran mías,
me siento amorosa y cojita,
implacable ante la soledad que me acompaña
cuando a la luz de las velas te encuentro
en las páginas de un viejo libro gastado
que al abrirlo ilumina la estancia.
Eres el gran poeta, el peatón que camina
directo a mi corazón en cada verso tuyo.
Nunca seré poeta como tú pero al menos
intento decirte en mi verso que te siento
como si fueras algo mío,
como si te hubiera conocido siempre.
Si tuviera la oportunidad
de buscarte cuando llegue al otro lado
te voy a buscar para que me leas
tus más recientes creaciones
porque si aquí en la Tierra fuiste capaz
de escribir como lo hiciste,
ya me imagino las maravillas
que debes estar escribiendo allá
donde el amor es más fácil y más bueno
y los amorosos son siempre amorosos.
©Vicky Toledo