Yo caminé hacia
adentro del otoño no gris
mis pies
sumergidos en la quebradiza alfombra,
mis ojos atrapados
en la algarabía apasionada
observaron el
momento perfecto, la ceremonia
El vientre del
otoño forrado de hojas apergaminadas
danzando en el
viento al ritmo de su sinfonía
hojas rojas tropezando
con hojas rojas
en un maratón
alborotado pero sincrónico
para llegar al insensible
invierno, la meta final
Yo aspiré los colores
como si fueran aire puro
y mis pulmones se
ensancharon agradecidos
de matices
dorados, purpúreos y castaños,
en medio del frío
me rodeó la tibieza
de los rayos que
se colaban por el tejido
permeable al sol y
a la luna
El cielo entre
azul y gris no se decidía a apagarse
en espera talvez
de alguna señal divina
para soltar la
lluvia, el granizo y la nieve;
mientras tanto el
sol medio misterioso
tras las ramas fuertes
y medio desnudas
seguía infundiendo
oro y cobre en las hojas
Yo percibí la
angustia de la ágil ardilla
coleccionando
bellotas milagrosas y un pedazo de pan
y vi la pausa obligada
de los gansos peregrinos
agregando alas al azur
remanso de cristal
Yo vi la lluvia de
hojas inagotable, aparentemente inagotable
silencio, la
ciudad desnudándose en su labor de parto
impase sumiso, espera
quieta de las nubes
arremolinadas más allá
de los árboles carentes
antes de entonar
la canción blanca con olor a Navidad
Yo me quedé
agazapada en una banca del parque
me hice hoja, me
hice árbol, me hice viento
fui sinfonía , fui
vientre, fui nube
fui lo que no fui en
verano, lo que no seré en invierno
fui rito de otoño
en Reno
©Vicky Toledo