Se hizo largo el invierno, un témpano de frío
escaseó el alimento, los árboles casi muertos
los pajaritos huyeron, todo estaba en silencio
la osa triste allá encerrada en su cueva
Había olvidado tanto que el invierno siempre llega
quería seguir creyendo que era primavera aun
desprevenida de la vida que la tomó por sorpresa
sin saber que mas hacer, en su cueva se quedó hibernando
No podía comprender la pobre osa
que para que salga el sol mucha nieve ha de caer
que por su propio bien lo mejor era
quedarse quieta y guardar toda su energía
para que al llegar el día de despertar al sol
esplendorosa enfrentaría lo que fuera
esperaría la primavera. La osa se quedó dormida
calladita allá en su cueva, los meses fríos pasaron
mucha nieve, mucha espera, un invierno interminable
En medio de pesadillas, un buen sueño apareció
un atisbo de esperanza, la nieve se derritió
el río empezó a correr, el verde empezó a crecer
los pajaritos volvieron trayendo trinos
haciendo a la vida un canto de resurrección
Con tanta algarabía la osa se despertó
no podía creer que era primavera otra vez
salió de su cueva con cautela viendo donde ponía los pies
para no caer en el lodo que antes le ensució la vida
una vez ya convencida que la suerte le sonreía
dejó la pereza a un lado, recuperó la energía
y a pesar de su anatomía daba saltos de contenta
Corrió y olió las flores, se zambulló en el ancho río
comió esperanzas y sueños que le dieron el sustento
para creer otra vez que el amor a su vida
en forma de primavera le apareció justo a tiempo
para dar un si al encanto que la llenó de alegría
con flores y sabiduría se ganó su corazón
y también la convicción de que en el próximo invierno
en su cueva habría un lugar para dos
©Vicky Toledo